¿Qué fisonomía deberían tener los robots humanoides?

Ninguna que se parezca a los humanos, porque siempre será una mala imitación.
La industria X.0 (ahora 4.0) está plagada de ideas de ridículos dispositivos que, por emulación exagerada, pierden su personalidad y con ella el efecto “simpatía” en un entorno colaborativo.
Mantener diferenciadas intelectualidad y forma es esencial, y ni siquiera es interesante “clonar” la primera.

Supongo que gran parte del esfuerzo es para demostrar capacidades tecnológicas de los fabricantes de robots avanzados. Pero la inversión en formas, acabados y sensitividad análogos a los nuestros retrasa el verdadero sentido de la interacción colaborativa; un trabajo más preciso y repetitivo de series cortas o unitarias muy ingenierizadas.
Y especialmente “divertido” apreciando la evolución de esos artefactos en su mundo; uno que es tangente al nuestro, no secante. Y altamente parametrizable para cada caso por la propia fábrica.
De ambos, cerebro y forma, el primero puede aproximarse al humano, pero siempre pareciendo, adrede, más tonto. Lo importante es que entiendan lo esencial para interactuar conmigo de manera eficiente y graciosa.
Sin embargo, la fisonomía debe ser más alejada, por muchas razones.
La primera, al igual que ocurre con la inteligencia, por crear la diversión con algo distinto, un amigo diferente y afable que intenta empatizar conmigo con un estilo algo burdo.
La segunda, más técnica, es por aprovechar las ventajas que en agilidad, rapidez, polivalencia, fiabilidad y dinámica tiene una fisonomía más “neta”. Nosotros somos reacciones químicas -por eso envejecemos-, y cuanto más imitaciones accesorias y sofisticadas añadamos a esa estructura limpia, drenaremos propiedades de solidez, repetitividad y seguridades.
Centremos los esfuerzos de investigación en lo que va a ser útil y agradable a las personas que trabajan en las fábricas. Lo importante es mantener este escenario de diálogo.
  • A  Hola, buenas noches…
  • B   ¿Bien?
  • A   Ufff… un día un poco agotador.
  • B    ¿Ha pasado algo?
  • A   No, me refiero a mentalmente cansado. Ya sabes que el año pasado me encargaron de un grupo de máquinas evolucionadas, diferentes, que no solamente automatizaban lo poco que me quedaba de trabajo manual, sino que comenzaban a sugerirme como debía utilizarlas para que funcionaran mejor.
  • B   Te llegaron así, sin más ¿no?… y con miedo de que te reemplazaran
  • A   Pues lo del miedo es verdad, pero no me cayeron por sorpresa; trabajé mucho previamente con dos ingenieros asignados al proyecto. Estuvo muy bien, porque fue diferente. En ocasiones anteriores me asaban a preguntas, luego se iban y, más tarde, de repente, aparecían las máquinas instaladas. Pero esta vez ha sido diferente; me han dado un curso de dos días enteros, y otros dos hemos estado debatiendo sobre los principios  científicos y físicos –así los llamaban– que rigen su funcionamiento, y los posibles enfoques y problemas en su utilización. Esto lo repetimos con regularidad, cada dos o tres meses.
  • B   Suena bien, si…
  • A   La verdad  es que si, ¡ha cambiado todo tanto!… yo lo siento sólo por los que nos dejaron…
  • B   Por la robotización humanoide o inteligente dichosa ¿no?
  • A   Pues sí, pero no por lo que normalmente se piensa de ella sobre que “nos suplen”. Todo lo contrario. Mira, esos robots nos necesitaban, nos planteaban preguntas retadoras que nadie había formulado antes, y había que responderles o se desorientaban en su cometido. Y, esto no se lo digas a nadie, pero creo que hasta se desmoralizaban.
  • B   ¿Desmoralizarse? ¡Bah!, no digas insensateces, ¡son máquinas, nada más!
  • A   Bueno, son “mecanismos”, pero no “máquinas” como lo entendemos. La Inteligencia Artificial que tienen crea en ellas algo diferente. Me refiero a “cualitativamente diferente”; yo los conozco ya muy bien gracias a esas largas conversaciones con nuestros ingenieros que, como yo, se sorprenden. Es como si la suma de su mecánica y el software, creara algo distinto de ambos.
  • B   ¡Increíble! Bueno, entonces ya sospecho el porqué de la marcha de tus antiguos compañeros; no dieron la talla intelectual necesaria ¿es así?
  • A   Pues no vas mal encaminada, pero no del todo, es un poco más complejo. Nosotros tenemos algo más que ellos, y es justo esto lo que nos piden. ¿Sabes qué?… Imaginación, capacidad de emocionarse, lealtad y compañerismo. Esos que fueron mis compañeros, no quisieron entrenarse en la primera ni proporcionarles el resto. La situación se hizo insostenible.
  • B   Pero, entonces, moralmente, lo que habría que haber hecho era eliminar a los robots, no hacer que las personas se vayan ¿no?
  • A   ¡Oh, no! Mira, una empresa es como una nación, necesita solidaridad y equipo, porque vive siempre en un entorno competitivo hostil. Adquirir robots avanzados es como cuando un país invierte en investigación, infraestructuras o, incluso, salud. Es para progresar y facilitar la vida de las personas. Es una obligación, para la supervivencia.
  • B   Quieres decir que ellos tenían que haber hecho el esfuerzo de intelectualizarse ¿es así?… Suena raro, al menos, poco habitual.
  • A   Exactamente. En el futuro, ninguna persona quedará en las fábricas si no tiene esta actitud positiva. Somos un equipo compacto con los humanoides; enseñamos 5 y nos devuelven 10, entonces, les enseñamos 30 y ello nos devuelven 120… es acelerado.
  • B   ¡Ostras! Se nos ha pasado el Telediario, ¡vaya cena! Pues habrá que ir a dormir, pero antes dime ¿Por qué ha sido hoy un día intelectualmente agotador?
  • A   ¡Jajaja! Pues porque se me ha acercado “mi compañero”, y me ha preguntado por qué me ve envejecer, si los otros como él están siempre parecidos, y si a él le va a pasar lo mismo.
Porque, ya puestos ¿por qué no hacer un zoológico en la fábrica con distintas arquitecturas de robots, cada una más adaptada a unos trabajos suficientemente amplios? Una fórmula de diseño compacto con variaciones de aspecto y personalidad alrededor. Tipo gato: desconfiado, investigador, huraño, preguntándolo todo; tipo perro; obediente, confiado leal, hace todo y no pregunta nada.
Preferiría trabajar aquí que en una planta en la que se procure acabar no distinguiendo a los míos de los “quiero y no puedo”. Una vulgaridad inútil y superficial.
Autor:
Javier Borda Elejabarrieta,
Profesor, Doctor Ingeniero, y Presidente de Sisteplant

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