“2001, una odisea del espacio (Kubrick-Clarke, 1968) es la mayor obra de arte del cine. Inolvidable el ojo encarnado del computador de inteligencia artificial (IA) HAL, escudriñando y sufriendo con la intención de los astronautas de desconectarlo por poco fiable.
Hoy, en 2015, la IA no ha llegado tan lejos, y los autores fueron muy optimistas….Pero no por mucho; no faltan mucho más de 20 años para llegar a algo que se le parezca.
Pero con algo sí que nos encontraremos al incorporar de forma integrada y relativamente intensa (una vez de comenzar, si se ha hecho atinadamente, la profusión de TIC’s y dispositivos inteligentes es natural y conveniente; se auto demandan), lo que llamamos “tecnología colaborativa”. Y es, que no va a ser suficiente con pedir “amigabilidad” a ésta última, sino que las personas le correspondamos con un comportamiento acorde. Porque “amigabilidad” es un preludio de amistad, y esta es solo sostenible si es correspondida, ¿no?.
La planta de la FF (fábrica del futuro) no es aún un entorno de relaciones bidireccionales equiparables personas – tecnología. Quiero decir que las “sensaciones” de amistad sólo las perciben las personas. Pero si yo “le doy una palmada a un robot, o hablo con delicadeza a una máquina, porque me ha gustado cómo ha hecho algo, estoy creando, sin darme cuenta, una cultura de respeto y apreciación de la tecnología. Algo imprescindible cuando el sentido profundo (el alma) de la manufactura avanzada es, precisamente, distribuir la inteligencia tecnológica a todos los niveles, hasta el operador.
O sea que hoy, por pura estrategia, y mañana por “ya veremos”, la relación personas-tecnología, debe dejar de ser puramente servil.
Para ello, la tecnología tiene que cumplir una serie de condiciones primero; es decir, que inicia la amistad.
Quiero suponer que llamamos precisamente a esto “colaborativa”, pero la verdad es que no estoy seguro de que este término no se esté utilizando meramente para describir que los sistemas tienen movilidad, son wireless, están intensamente interconectados, y se pueden comandar por voz y similares. Si esto fuera así, no deja de ser una tontería fácil y obvia, que aporta poco o nulo valor, y que existe desde hace 30 años.
La visión correcta es mucho más profunda y sutil.
¡Ah!, ¡ya sé qué estás haciendo y por qué!…
Si cualquier persona en la planta es capaz de decir esto de una máquina antes de que un problema cualquiera haya llegado –los problemas hablan por sí solos–, estoy en un entorno colaborativo de verdad.
Para ello hace falta que concurran varios elementos clave, con un diseño cuidadoso de cada uno y de su integración. Son, al menos, estos:
1) Auto-modelización dinámica de los sistemas individuales. Basada en técnicas estadísticas y de I.A., pero no exclusivamente, pues éstas “abstraen” la realidad (física, secuencial, lógica), y la convierten en reglas, lo que no favorece, precisamente, su comprensión amigable y a fondo. Sin un modelo detrás, la tecnología podrá decir; “esto tiene una posibilidad de ocurrir de tanto, y por eso te lo comunico”, pero no podrá decir “y esto se debe a…” pues como ya he comentado en alguna ocasión, solamente la regresión simbólica de los fenómenos lógicos o físicos reales es un buen candidato para modelizar de forma adaptativa y comunicar amigablemente los porqués.
2) Auto-modelización dinámica de integración de esos sistemas inteligentes individuales en otro sistema de orden mayor.
Si el sistema individual es una máquina, un robot o un software de control adaptativo, el de orden mayor será, obviamente, una célula real o virtual, o la planta entera sincronizada.
El papel de un SCADA como Captor, soportado por un software de modelización dinámica como Promind es, precisamente, el de dar una coherencia a lo más complejo de todo; esta integración dinámica y auto-explicativa de los sistemas individuales en uno mayor que les da un sentido más cercano a las preocupa-ciones de las personas en la gestión de las fábricas.
Esto es lo básico, y es todo software, pero hay más.
3) De nada sirve lo anterior si yo parto de un conjunto de tecnologías que no son adaptables con comodidad a la estrategia competitiva y a la operación diaria. Me refiero a:
– Máquinas no versátiles y ágiles
– Máquinas poco fiables, estructuralmente deficientes, e incapaces de dar la alta capacidad de proceso (Cpk) que se requiere
– TIC’s de difícil y lenta adaptación a una realidad cambiante, pocos estándares, de programación complicada, con integraciones que no tienen nada que ver con un “plug&play”, etc.
El truco está en tratar a la tecnología de forma “trivial”, valorando solo su interface con nosotros (¡hechos!), porque la problemática de su implantación sea muy pequeña.
La tecnología ya ha dado el paso para ser amiga…
… y ¿ahora qué? Toca corresponderle, la “palmada en la espalda” pública y cotidiana.
Para que esto sea natural, cómodo y sostenible, debemos remitirnos al concepto de “alma de la FF”, basada en los tres conocidos elementos de los que ya he hablado profusamente en otros artículos:
En resumen, si queremos crear una fábrica diferente, hace falta un comportamiento correspondido entre personas y tecnología, y esto pasa porque cada parte respete de la otra sus formas naturales y cómodas de ser.
– Las personas entre sí
– Las personas con la tecnología
– Cada tecnología con otra; un robot con una máquina o ambos con un software sofisticado de modelización.
Javier Borda Elejabarrieta, Dr. I.I., Msc. y MBA; Presidente y C.E.O. de Sisteplant. Profesor de la ETSII de Bilbao (Aula Aeronáutica) y de la Universidad Juan Carlos I, (logística para Defensa).